Ecuador ha dado un paso importante en su estrategia de diversificación comercial al anunciar el inicio de negociaciones para un Tratado de Libre Comercio con Japón. En búsqueda de abrir nuevas oportunidades en Asia-Pacífico y reducir la dependencia de mercados tradicionales como Estados Unidos, China y la Unión Europea.
Japón, tercera economía del mundo, es un mercado exigente pero lleno de posibilidades para productos ecuatorianos que ya son reconocidos a nivel global: camarón, banano, cacao, flores y atún. Solo entre enero y mayo de 2025, las exportaciones no petroleras sumaron más de USD 15.000 millones, con el camarón, el banano y el cacao a la cabeza. Un eventual acuerdo permitiría competir en mejores condiciones frente a países como Vietnam o Filipinas, que hoy tienen ventajas arancelarias en ese mercado.
Desde la Cámara de Comercio e Industrias Ecuatoriano Japonesa, su directora ejecutiva, Eymi Sánchez, recuerda que la relación entre ambos países tiene más de un siglo de historia diplomática, lo que da un marco sólido para pensar en un acuerdo de largo plazo. En sus palabras, Japón encontraría en Ecuador un espacio para ampliar su oferta de exportación, mientras que, nuestro país tendría la oportunidad de acceder a transferencia de conocimiento y nuevas herramientas para seguir mejorando sus procesos productivos.
Eymi comentó, que este tratado debe entenderse más como una alianza estratégica que como un simple recorte de aranceles. “El mercado japonés demanda calidad y nuestros exportadores ya lo saben. Hay ejemplos que lo demuestran, en Ecuador, contamos con una empresa de brócoli muy conocida, la cual, fue adquirida por un conglomerado japonés, que le aportó tecnología de congelado con hidrógeno. Gracias a ello, hoy sus productos llegan a Japón con la frescura de recién cosechados”.
Ese salto en estándares explica, no solo beneficiaría a los grandes exportadores. Reducir aranceles abriría más espacio para que frutas tropicales o productos con valor agregado compitan en igualdad de condiciones. Actualmente, el banano ecuatoriano paga un 20% de arancel en Japón, mientras que el de Filipinas entra con tasas mucho menores. Lo mismo ocurre con el camarón frente a Vietnam. Un TLC ayudaría a cerrar esas brechas.
Más allá de la exportación de bienes, Sánchez resalta un punto clave: el impacto que un acuerdo tendría en la cadena logística y de servicios conexos. Si aumentan los volúmenes de exportación e importación, se generarían no solo más oportunidades para productores, sino también para todo el ecosistema logístico que acompaña al comercio exterior. Las navieras japonesas con presencia en Ecuador podrían ampliar frecuencias y rutas, lo que dinamizaría las operaciones portuarias y daría mayor conectividad a los mercados. Esto significaría más eficiencia en tiempos de tránsito, reducción de costos por economías de escala y un impulso directo para las empresas de transporte terrestre, almacenamiento y servicios integrados. En palabras simples: un TLC no solo mueve productos, también mueve barcos, camiones, contenedores y personas, fortaleciendo a toda la red que hace posible que las exportaciones lleguen a destino.
Con estas perspectivas, un acuerdo con Japón no sería solo un nuevo mercado, sino un motor para potenciar la competitividad, la logística y la innovación en Ecuador, consolidando al país como un socio confiable en el Asia-Pacífico.